

La jugada que puso en marcha contra el Juez de Dolores, Alejo Ramos Padilla, el magistrado que investiga una red de espionaje ilegal que complica a fiscales federales aliados al Ejecutivo en su avanzada judicial contra el kirchnerismo; medios periodísticos y, sobre todo, a la base de sustento moral de Cambiemos, la Coalición Cívica de Lilita Carrió, aparece, a priori, como parte de una estrategia oficialista basada en la fórmula del tero: grita en un lugar, y pone los huevos en otro para despistar depredadores.
Una maniobra que Cambiemos cobra a dos bandas: intenta deslegitimar la investigación que lo compromete y entorpece el desembarco del Juez mejor posicionado para asumir el estratégico Juzgado Federal 1 de La Plata, a cargo de la competencia electoral en la Provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral del país.
El gobierno de Cambiemos armó una muralla de contención que permitió a jueces y fiscales adictos al Gobierno ejecutar decisiones que lesionan el principio de inocencia, el debido proceso y derechos básicos de procedimiento penal en contra de dirigentes opositores.
No importa el derrotero de la denuncia que presentó el representante del Ejecutivo ante el Consejo de la Magistratura, Juan Bautista Mahiques, para remover a Ramos Padilla.
Aun cuando el oficialismo no consiga los votos necesarios para echarlo, habrá sembrado, apoyado por la fenomenal maquinaria mediática con la que cuenta, sospechas sobre el accionar del magistrado en la causa D’alessio, y habrá minado la posibilidad de que asuma el estratégico Juzgado Federal con competencia electoral, un cargo para el que el mismo Consejo que ahora analizará su comportamiento lo había promocionado, en orden de mérito, en el primer lugar del concurso vigente.
Con un jury en su contra abierto, Ramos Padilla, el mejor posicionado para ocupar el cargo que dejó vacante la muerte de Manuel Blanco y que hoy subroga Adolfo Gabino Ziulú en el Juzgado Federal con competencia electoral de La Plata, pierde el privilegio ganado por exámen y antecedentes.
Como en el juego de la Oca, la movida oficialista hace retroceder al magistrado la cantidad necesaria de casilleros para alejarlo de ese estratégico sillón, siempre sensible a los intereses de la política.
Fuente:Infocielo
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