

Ni el Ministerio de Seguridad ni el de Justicia cuidan a los que nos cuidan, aunque así se lo hagan decir a la prensa.
Ritondo se la pasa entregando patrulleros y quemando droga de menudeo, pero jamás cae un pez gordo como refiere el decir popular y como si fuera poco, algunos se preguntan, cómo cuida a los que nos cuidan, si los uniformados hasta se tienen que comprar las municiones para hacer frente a situaciones de delito.
En todo caso, las balas las guardan para disparar si están en peligro sus vidas, porque de otro modo, corren más riesgo de lo que corren habitualmente.
La gobernadora y el Ministro dicen que quieren una policía como la de Nueva York, pero asusta vivir en la provincia de Buenos Aires.
Por otro lado el Ministerio de Justicia de la provincia, no cuida a sus penitenciarios, aunque la realidad del encierro sea difícil de explicar, porque la tarea en las cárceles de la provincia se da en situaciones de hacinamiento, un dato no menor que parecen desconocer las autoridadades políticas; porque los cargos de Ministros son cargos políticos. Las oficinas de personal demoran y cajonean expedientes y quién se ocupa de centralizar ésta tarea en La Plata, hace política con el sufrimiento del personal penitenciario.
Vidal, en el 2016 destacó del ministro Ferrari no sólo su experiencia profesional sino también su “calidad humana”. Y se le mueren penitenciarios en su cara sin atención, tirados en una cama sufriendo.
En la UPI 3 de San Nicolás hay más de un caso, no sólo el de Claudia Pasciulo, donde la oficina de personal, aseguran, es una isla de damas de hierro, que tratan al personal -sus propios compañeros- como si fueran convictos. Demoran expedientes, dilatan resoluciones y el referente provincial de Personal que centraliza esta oficina, Gómez, mira lejos de sus pagos esperando un ascenso a costa de ignorar lo que pasa con los suyos, a los que prometió cuidar.
Para muchos penitenciarios hay un historial de tristeza, para otros, galones que nunca se ganarán. Lo cierto es que grandes hechos, grandes fotos, y grandes operativos se venden a la prensa, pero en el imaginario colectivo provincial, los espejitos de colores no sólo están de moda, sino que cotizan en dólares del narcotráfico; porque donde cae un bunker, se rearman tres. Y los vínculos políticos con el narcotráfico, nunca los conoce la opinión pública. Y en las cárceles se vive de forma inhumana, pero nunca llega a la opinión pública, salvo honrosas excepciones.
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